Hasta el 28 de marzo, en Valencia podemos disfrutar del Galeón Andalucía, recién llegado desde Sevilla, y continuará su ruta por puertos de España, Inglaterra y Francia.
Lo tenemos junto al edificio de Veles e Vents, en la Marina de Valencia (podéis aparcar en el parking de la marina y llegáis en un momento). Podéis verlo por fuera si paseáis por la marina, pero lo interesante es verlo por dentro. Las entradas, se pueden comprar por internet. Los niños entre 5-11 años pagan 3€ y a partir de los 11 años, se paga 6 €. Hay también una entrada familiar que incluye 2 adultos y 3 niños por 15€. Hay visitas cada 30 minutos, con aforo limitado.
Se trata de una réplica de un galeón español del siglo XVII, construida por la Fundación Nao Victoria, de 50 metros de eslora, manga de 10 metros, construido con pino e iroko, en el que podremos ver representación de mobiliario de la época y carteles ilustrativos de cómo era la vida en el barco, contamos también con una proyección dentro de una de las cubiertas y posibilidad de descargar más información con códigos QR y audioguía.
Esta nave, lleva más de 35.000 millas náuticas por los grandes océanos y mares del mundo. Ha surcado el Pacífico, el Índico, ha cruzado el Atlántico, el Mediterráneo, el mar Rojo, el mar Caribe…
Los naufragios fueron el más alto precio de más de tres siglos de navegación de los galeones españoles. El golfo de México, el canal de Bahamas, Veracruz, Matanzas, Bermudas o Cádiz con sus fuertes corrientes, recios vientos y amenazantes fondos, fueron algunas de las zonas más peligrosas y donde se registraron un mayor número de naufragios. Muchos de estos galeones y sus fabulosas cargas descansan aún a día de hoy bajo el mar.
Comenzaremos nuestra visita en la cubierta principal, la cubierta combés, y andaremos hacia la derecha, subiendo unas empinadas escaleras hacia la proa del barco, subiendo al castillo de proa, donde podremos ver de cerca el trinquete, varias anclas, las velas trinqueta y velacho, el bauprés…
Bajaremos posteriormente para cruzar a la popa, a la tolda, es decir, la cubierta de mando, desde donde pilotamos el barco, donde podremos ver el timón de rueda (aunque no tocarlo) el cuarto de de derrota, la mesana, y a lo lejos la toldilla, farolillo, una réplica de cascos de soldados españoles y una espada…
Bajaremos nuevamente las escaleras para bajar a las habitaciones de los oficiales, en ella veremos la recreación de un camarote de la época y la sala del almirante.
Esta sala, estaba destinada a uso exclusivo de la oficialidad. Sus muebles han sido reproducidos al detalle por los representados en laminas de la época sobre los empleados en los galeones españoles. La vidriera de popa da acceso al balcón con pintura de la Virgen que llevaban los navíos buscando la protección divina (no se puede visitar, pero lo podemos ver al bajar del barco).
A la salida de esta zona «vip» , pasaremos justo por al lado de la mayor, bajaremos a la última cubierta visitable, la cubierta de artillería donde veremos los cañones, las balas, diversos paneles explicativos, etc
Contaban con 5 cañones por banda que disparan bolas de hierro fundido de 8 libras (391 Kg) con un alcance máximo de 150 metros. Estos galeones eran barcos mercantes que navegaban en convoys escoltados por barcos de armada, pero aún así, llevaban sus propios cañones de defensa.
Las bodegas de las naos solían ir repletas de alimentos y mercancías almacenados en decenas de barriles, fardos y cajones, que hacían su ambiente irrespirable. Por ello la vida a bordo se desarrollaba entre las cubiertas del navío. Los trabajos diarios se dividían en seis guardias y únicamente las comidas rompían la rutina.
El principal alimento a bordo era el bizcocho, especie de galleta de harina gruesa cocida dos veces que en muchas ocasiones comían en estado putrefacto, mojado o lleno de gusanos. Legumbres, arroz, harina, tocino, pescado, carne salada, quesos y vino completaban la dieta. Tan solo el pescado y algunos animales vivos embarcados proporcionaban algún alimento fresco a la dieta.
Las altas temperaturas y la humedad malograban en poco tiempo las frutas y verduras. El agua se corrompía al cabo de unos 20 ó 30 días de travesía y no era apta para el consumo humano.
Otros imprescindibles eran legumbres, arroz, harina, carne salada, quesos o frutos secos. Se cocinaba en un fogón de leña en la cubierta principal y se anunciaban las comidas al canto de «quien no viniere que no coma«.
La cantidad aproximada de alimentos que cargaba un galeón de 500 toneladas para una navegación de 90 días: Bizcocho: 14.000 kg. Vino: 20.250 litros. Arias 567 kg. Garbanzos: 567 kg. Tocino/cecina: 2.180 kg. Aceite: 200 kg. Vinagre 455 kg. Queso: 344 kg. Bacalao: 1.032 kg.
Al caer la noche, la única actividad a bordo era la de los hombres de guardia. Los oficiales se retiraban a sus camarotes y el resto de los hombres dormían en sus coys, hamacas que colgaban en la cubierta de artillería (veis uno en la foto de arriba a la derecha). El oficial al mando revisaba la nave y se aseguraba de que los marineros estuvieran en sus puestos; encendía la luz de la bitácora, apagaba el fuego del fogón y cantaba las vueltas de la ampolleta, a la que los marineros respondían para demostrar que no se habían dormido.
La corredera de barquilla (foto de arriba, abajo a la izquierda) servía para medir la velocidad del barco utilizando el agua. Tenía una tabla de madera con un lastre de plomo en el borde inferior para hacer que flotara verticalmente. En conjunto con una ampolleta (es decir, un reloj de arena) se arrojaba la barquilla al mar y quedaba flotando. El cabo empezaba a desenrollar de la mano del marinero y contaban cuántos nudos salían mientras duraba el reloj de arena, esos X nudos, era la velocidad del barco.
Los tripulantes convivían hacinados con piojos, pulgas o ratas y en ocasiones animales vivos. Escaseaba el agua y la higiene a bordo era inexistente. Frecuentemente padecieron enfermedades, como el temido y mortal escorbuto. La sanidad estaba en manos de cirujanos y barberos que apenas cosían heridas (con muerte por infecciones posteriormente, claro) o hacían sangrías.
Tormentas, vías de agua, naufragios, enfermedades, hambre o ataques de piratas, exponían la vida de la tripulación. El Atlántico fue pródigo en huracanes y tempestades, que se capeaban dejando el barco a «palo seco», arriando velas y vergas, dando a las bombas de achique y alijando pesos.
Durante siglos, piratas de todas las naciones acosaron las rutas españolas del Atlántico y del Pacifico, ya que en ocasiones la plata embarcada en los galeones llegó a representar un 95 % de su carga total. A pesar de la amenaza constante en mas de 250 años de galeones españoles, las perdidas por ataques fueron mínimas y puede calificarse la Flota de Indias como una de las operaciones navales más exitosas de la historia.
A pesar de las duras condiciones de la vida a bordo, miles de personas se embarcaron en estas largas travesías poniendo sus vidas en peligro. Unos hicieron de la mar su medio de vida, y otros quería buscar nuevas oportunidades, fortuna o negocios.
También tenemos información sobre El real de a 8, que fue una moneda de plata con valor de 8 reales acuñada por el imperio español después de la reforma monetaria de 1497. Gracias al amplio uso a finales del s. XVIII en Europa, América y la zona oriental, se convirtió en la primera divisa de uso mundial. Fue la primera moneda de curso legal en los EEUU hasta 1857. Estas monedas se transportaban desde América en granel, siendo un suculento objetivo para piratas y corsarios del mar.
Por supuesto, los niños disfrutaron mucho con la visita a la cubierta de artillería y buscando ratas (de plástico) por la cubierta.
Como pero, había cierto descontrol a la hora de contabilizar la entrada al galeón, habiendo gente que al llegar a la cubierta aún no había enseñado su entrada…y sin comprobar el pago…así que esperamos que esto mejore para evitar fraudes y masificaciones.
Se puede comprar también algún recuerdo, y por 4 € podéis conseguir una réplica de algún doblón.