El lobezno perdido

Y cuando ya teníamos los post de la “trilogía” terminados…llegó “El lobezno perdido”, el último libro de Rachel Bright y Jim Field, y qué mejor momento que el 2 de abril, Día internacional del Libro Infantil (coincidiendo con el nacimiento de Hans Christian Andersen), para enseñároslo.

Si os perdisteis los anteriores post, os dejamos aquí Un león dentro, El koala que pudo y Dos ardillas y una piña.

ISBN: 9788414017005 (en lo que respecta al resto de la reseña, mismo número de páginas, tamaño, etc que los libros anteriores).

En esta ocasión, nos trasladamos al polo norte, a la tundra ártica, con una manada de lobos donde está Wolfie, nuestro protagonista, el más joven de la manada.
Una trepidante aventura para aquellos que creen que pueden solos con todo…porque todos necesitamos en algún momento la ayuda de un amigo.
Las ilustraciones son, por tanto, en tonos fríos, de parajes nevados con noches estrelladas en las que destaca la aurora boreal (que conste que las fotos no hacen justicia).
Wolfie era feroz y orgulloso, siempre quería hacerlo todo por sí mismo. A pesar de ser un cachorro, quería ser el líder.

Un día, la manada tiene que buscar un nuevo hogar (por unos osos polares okupas…), y emprenden una marcha a través del hielo y las montañas, y poco a poco, Wolfie va quedándose atrás, hasta que finalmente, se pierde, en medio de una gran ventisca. Le hubiera gustado pedir ayuda, si no fuera por su orgullo y porque estaba sin fuerzas…

Y, cuando menos se lo espera ¡crac! Se rompe el hielo que había bajo él y cae al agua helada.
Y desde el fondo, ve que se acerca un extraño animal ofreciéndole ayuda, ¡un narval! Wolfie duda un momento, pero finalmente, acepta la ayuda. A partir de aquí, varios animales del Ártico se van relevando para ayudarlo.

Tras el narval, acude a recogerlo el Señor morsa, que lo indica dónde está esperándolo el buey almizclero, que lo transporta hasta donde está el zorro polar, que lo guía hasta donde está el ganso, que va volando sobre él indicándole dónde está el alce veterano, quien finalmente lo deja a cargo de…una pequeña pelusa ¿?
Pues esa pequeña pelusa, resultó ser una polilla, que llevó a Wolfie a donde más deseaba, con toda su manada, que lo recibió con gran regocijo.
A partir de entonces, Wolfie cambió. Aprendió que cuando estamos todos juntos, es más fácil superar los momentos difíciles. Dio las gracias a todos sus nuevos amigos, y se marcó como meta el ayudar a quién lo necesitara, con el mensaje final de que no importa dónde te lleve la vida ni a dónde vayas, los amigos siempre harán que te sientas como en casa.
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¿Sabéis a qué nos recuerda un poco? (Momento vuelta a la infancia). A la cadena de rescate de la película 101 dálmatas, en la que todos los animales ayudan a Pongo y Perdy.
Además de repasar los animales del Ártico, hemos aprovechado para hablar de la importancia de la manada y de cómo se distribuye una manada cuando tiene que emprender un viaje (se creó cierta preocupación al ver que iban dejando atrás al cachorro, así que ¿qué mejor que explicar la realidad?).
Puede que recordéis una foto ya antigua (captada durante la grabación del documental «Frozen Planet» de la BBC) que se hizo viral y ocasionalmente reaparece, de varios lobos andando en fila india a través de la nieve. Ya sabéis que en las manadas de lobos, el macho alfa manda (y es el que siempre va detrás) y está todo muy jerarquizado, incluso a la hora de hacer grandes desplazamientos, hay un orden establecido. Os dejamos la explicación de Eugenio Fernández Suárez, de su blog NASUA, sobre fauna salvaje y conservación:

“Una manada de lobos: los primeros 3 son los viejos o enfermos, quienes dan el ritmo a toda la manada. Si fuera al revés, serían dejados atrás, perdiendo el contacto con la manada. En caso de una emboscada ellos serían sacrificados. Luego siguen los 5 FUERTES, en la línea del frente. En el centro está el resto de los miembros de la manada, luego de los 5 siguientes. El último va solo, el alfa. Él lo controla todo desde la parte trasera. En esa posición puede verlo todo, decidir la dirección. Él ve a todos los de la manada. La manada se mueve según el ritmo de los ancianos y ayudándose el uno al otro y cuidándose el uno al otro.”

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